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Actitudes y Valores de la persona

Mujer y valores.(Hecho Por Manuel Chávez).

 

 
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          La creación de la sociedad empieza por la Mujer: la madre creadora, transmisora de vida, de valores y ejemplo para sus hijas e hijos, ejemplo que ellos y ellas copiarán y nunca olvidarán, para bien o para mal.


 

 

Tanto hombres como mujeres, han sido educados por la madre, ya que el padre, ocupado en cazar al mamut, irse de cruzadas, meterse en guerras y luego pasarse el día en la oficina, no siempre ha sido una presencia continua en el hogar. Ancestralmente, la madre ha sido responsable de cuidar el fuego del hogar y transmitir su sabiduría a la siguiente generación. 

Pero desde hace mucho tiempo, la adaptación a un nuevo orden de cosas y su propia supervivencia la empujaron, quizás inconscientemente, a olvidar los valores intrínsecos a su género mientras luchaba por recuperar su puesto en la sociedad, el cual el hombre le había arrebatado por la fuerza, que no por la inteligencia. 

En ese afán de correr para recuperar el tiempo perdido, la Mujer se ha desviado de su camino paralelo y ha entrado en el del hombre, persiguiendo allí sus reivindicados derechos y privilegios que nunca debió ceder, en lugar de hacerlo desde su propio camino, el de la poderosa energía femenina. Quizás las reglas del juego preestablecido la empujaron a ello, pero ahora ya no es necesario seguirlas. Ya ha pasado mucho tiempo. La Mujer, una vez más, ha demostrado su fuerza y su poder, su valentía, su capacidad y su buen hacer en todos los campos que hasta hace poco eran de exclusivo dominio masculino. 

En su afán de reconquista, justo pero no siempre bien encauzado y menos comprendido, la mujer ha copiado del hombre sus vicios, flaquezas y debilidades, (lo que siempre se había considerado “cosa de hombres”) sin darse cuenta que tan solo forman parte de malos hábitos para llenar su vacío interior y su atávico aunque oculto complejo de inferioridad y miedo a la poderosa y sutil energía femenina. 

Inconscientemente, la Mujer olvida quién y cómo es en realidad y cae en el error de copiar: aprende a fumar, a emborracharse, a drogarse, a envilecerse, a denigrarse, a querer ser como el hombre en su afán de igualarse a él socialmente, como si el hombre fuese un ejemplo a seguir. Mientras escala puestos de trabajo bien merecidos por su inteligencia, creatividad, intuición, poder de adaptación y de comunicación, lo hace desarrollando su energía yang, masculina, lo cual le ayuda a abrirse paso a codazos y salir adelante, pero al mismo tiempo copia infantilmente, hace lo que ve hacer a los hombres, "para no ser menos", perdiendo el norte, perdiendo su esencia femenina, que es totalmente diferente de la masculina. 

Siguiendo el camino marcado por el hombre, porque era el único que había, la mujer ha ido perdiendo en cada recodo, quizás inconscientemente, sus propios valores: el decoro, la elegancia espiritual, la belleza interior, el honor, la integridad y el respeto por sí misma. 
Estos valores, como muchos otros, no son exclusivos de la mujer, sino de todo ser humano; pero es en la mujer donde adquieren o deberían adquirir carta de ciudadanía. Como siempre se ha dicho, “ser como la mujer del César: no sólo hay que ser honrada, sino también parecerlo”. 

Sin embargo, nuestra igualdad como individuos es innata, es humana, porque por encima del macho y de la hembra, del hombre y la mujer, está el ser Persona, donde no hay distinción de género ni de sexo. La igualdad, como la libertad, está en el espíritu y es un don divino con el que nace todo ser humano. Ambas energías, yin y yang, femenina y masculina, se hallan en los dos géneros, como dos fuerzas duales que nos completan y que tan sólo hemos de reconocer y potenciar en cada uno de nosotros mismos. 

Lo que distingue al Ser Humano de los animales es su conciencia de ser, el poder de pensar por sí mismo, de elegir y decidir, su libre albedrío, y su alma. La irresponsabilidad, la inconsciencia y la degeneración es lo que le convierte en un animal humano. Y animales humanos los hay, infortunadamente, en ambos sexos. Igual que hay Seres Humanos evolucionados, cada vez más en ambos géneros, conscientes y maravillosos, que están marcando la diferencia y son un ejemplo a seguir. 

Uno de los problemas que más fuertemente sacude a una inmensa mayoría de mujeres, es su falta de autoestima, resultado de la pérdida de valores propios y de una vida propia, ya que la única que se le había ofrecido, generación tras generación, era vivir a través del hombre, como esposa y como madre, pero no como individuo. Esa copia social, esa libertad convertida en libertinaje, ha propiciado la degeneración y la involución, en lugar de haber llevado a la mujer a tomar las riendas para crear un nuevo tipo de sociedad, responsabilidad de la que ninguna mujer puede zafarse porque nace intrínsecamente destinada a ello. 

Muchas mujeres han dejado de respetarse a sí mismas, por lo que el hombre ha dejado de respetarlas del mismo modo. Los niños y niñas, los y las adolescentes de hoy son el resultado del ejemplo recibido, tanto de madres como de padres no preparados en absoluto para la gran y maravillosa responsabilidad de educar a otros seres humanos, indefensos y vulnerables, que copiarán el ejemplo de sus progenitores y del entorno. 

Y para un gran número de mujeres conscientes y evolucionadas, esa degradación y envilecimiento significa un inadmisible insulto: el del agravio comparativo. 

Mujer, madre, esposa, amiga y compañera, guardiana de los valores morales y espirituales: recupera tu honor, tu pudor y tu vergüenza, no cara a los demás, sino ante Dios y ante ti misma, para recuperar al mismo tiempo tu poder y tu gracia propia de tu género. Cuando eres libre para pensar por ti misma, para ser tu misma, ¿para qué copias las necedades y flaquezas masculinas? No necesitas para nada fumar, ni beber, ni autodestruirte, ni formar parte de esa masa banal y mediocre cómodamente instalada en la estulticia, la sordidez y la inmoralidad, algo que antaño la mujer siempre había criticado y vituperado, y sin embargo después ha pasado a copiar. Recupera pronto tu conciencia femenina, tu elegancia, delicadeza y buen gusto, tus buenos modales, tu encanto y tu gracia, tu autoestima y tu fuerza interior, y esos valores que se escriben con "D", de Diosa, de divinidad: 
dignidad y decencia. 

Trabaja, estudia, realízate, lucha con tus propias armas, ponte en el lugar que mereces y te corresponde por derecho divino, usa tu gran inteligencia e intuición que te son propias; no te denigres a ti misma convirtiéndote en un objeto al servicio del hombre, jugando a su propio juego, porque si lo haces también atraerás al tipo de hombre que busca ese tipo de mujer; luego no te quejes de lo que te pueda pasar. Mejor elige al hombre adecuado, pero no al que pretenda brindarte una protección que no necesitas para nada, a cambio de tu sometimiento y humillación, que no son sino otras tantas formas de prostitución. Aquel hombre digno, sano y honesto, que no vaya detrás ni delante de ti, sino a tu lado, para crecer juntos, codo con codo, para que las energías 
yin y yang se unan y formen el círculo mágico del amor y la armonía, desde el respeto y la confianza mutuos. 

Tu fuerza es la fuerza intrínseca de tu propia esencia y energía. Tu poder te lo da el poder moral y espiritual de tus propios valores y convicciones. Sólo viviendo congruentemente, de acuerdo a tus principios, manifestándote firme y honesta contigo misma, recuperarás la autoestima, tu propio respeto y el de los demás. Palabra de honor. 

Ser una mujer liberada significa precisamente haberse liberado del ancestral yugo masculino que ha creado el sistema en el que vivimos, de su fuerza destructora, de su actitud prepotente y humillante, y sobre todo significa liberarse de los miedos heredados y de las falaces limitaciones que nos habían impuesto y hecho creer. Liberarse no significa convertirse en otro hombre más, sino precisamente en todo lo contrario: volver al origen de la magnífica y deslumbrante feminidad. 

Ya no necesitas competir ni luchar contra el hombre, sino luchar por ti misma, por ti como ser humano único e irrepetible, con una misión que cumplir, con mucho para aportar a la sociedad. Ya está todo sobradamente demostrado. El hombre ya no es tu enemigo. Es tu compañero de batalla por la vida, por cambiar un sistema injusto y obsoleto que sigue limitando el crecimiento tanto de hombres como de mujeres. 

Sé un espejo en el que tus hijos e hijas, las Mujeres y Hombres de mañana, puedan mirarse sin vergüenza y con orgulloso respeto. Esos serán los valores que tus hijas hereden y copien, y transmitan a su vez para que, poco a poco, trabajando en equipo, creemos una nueva sociedad en la que todos queramos vivir. 

Y ahora, un homenaje de un Hombre a una Mujer… 

ERES MUJER 

Eres la pachamama, eres vida, 
eres origen, eres sabia, 
eres pasión , eres fuego. 
Eres fuerza , eres energía, 
eres belleza, eres ternura, 
eres amor, eres mujer. 
Eres amiga, eres compañera, 
eres la magia , eres la creación. 
En ti se encierran las razones de la vida. 
En ti está la esencia del ser. 
Lo eres todo, 
Eres mujer. 

 

 

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